Thursday, May 25, 2017

En los Portales del Cielo



Hace un par de días recibí un mensaje desde Panamá que me informaba del fallecimiento de un tío muy querido para mí…mi Tío Rafa. Él era uno de los hermanos de mi madre. Ella era una entre diez hermanos y hermanas. Ya solamente quedan cinco. Tío Rafa, sin embargo, tiene un lugar muy especial en mi corazón y siempre lo tendrá.

La razón principal es porque Tío Rafa fue un amigo fiel de mi padre, desde siempre, hasta el final. A diferencia de mi madre, mi padre solamente tenía un hermano y este hermano vivió siempre en su pueblo de origen. No se veían mucho y murió antes que mi papá. Al casarse con mi madre, papá adoptó a nuestro pueblo como el suyo y hasta llegó a ser hijo meritorio reconocido. Mudarse a nuestro pueblo lo obligó a también adoptar a la familia de mi madre como si fuera suya. Y así fue, de corazón. Mi Tío Rafa, fue un verdadero hermano para mi padre.

En las buenas y en las malas, mi tío Rafa siempre estuvo allí para mi papá. Hombre de pocas palabras, Tío Rafa visitaba nuestra casa a menudo. Él llegaba siempre después de la cena, en su pick up. Desde niña fui testigo de incontables repeticiones de la misma escena. Al escuchar el sonido del “picupsito” de Rafa, a mi papá se le dibujaba una gran sonrisa en la cara y se levantaba inmediatamente de donde estuviera para abrirle la puerta a su gran amigo. Juntos se sentaban en el portal del frente de mi casa donde había un juego de muebles de patio que se mecían. Tío Rafa se sentaba en una silla y mi papá en otra y allí, en la tranquilidad de la tarde, conversaban de los aconteceres de la vida. Mi mamá formó parte de ese ritual hasta que falleció. Por los doce años que pasaron después de la muerte de mi madre, y hasta la partida de mi padre, mi Tío Rafa fue un constante compañero en el portal de nuestra casa…dos siluetas maduras, con palabras serenas, en el atardecer de sus anos, contemplando melancólicamente hacia dónde se les escapaba la vida.

Sin interrumpir, yo era testigo de esos momentos cuando silenciosamente pasaba por la sala para encender la luz una vez que caía la noche. Casi instintivamente, siempre supe que lo que veía a través de las ventanas, en el portal de mi casa, ilustraba fraternidad.

Ahora, casi cinco años después de haberse ido mi padre, mi tío Rafa se le une en el cielo. Los que quedamos aún rezagados en nuestro camino terrenal sentimos un agudo punzado en el corazón al darnos cuenta que tan querida figura no nos acompañará más de este lado de la eternidad, pero al mismo tiempo nos regocijamos al estar seguros de que una gloriosa reunión familiar se lleva a cabo en estos instantes en los portales del cielo.




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